El venezolano Gerardo Pineda (1964-2024), desde hace más de 30 años, puso sobre sus hombros la misión de ayudar a sus pares a transitar por el impactante momento de ser diagnosticado por un virus, que hace unos años, era una sentencia automática de muerte.
La comunidad hispana de Nueva York perdió a uno de los activistas más importantes en el avance de la comunidad LGBTQ+, los derechos de las personas trans y la promoción y el tratamiento del VIH. El venezolano Gerardo Pineda, quien era parte del equipo de la Comisión Latina sobre el Sida, convirtió su diagnóstico positivo con este virus, en un impulso poderoso y personal para ayudar a miles de hispanos.
Durante más de 30 años dedicó su vida en la Gran Manzana, a orientar a los nuevos infectados en cómo convertir esta dura experiencia, en un combustible para seguir viviendo, con una mirada de optimismo en el futuro.
En entrevista con El Diario en 2019, Pineda compartió que cuando aún vivía en Venezuela en la década de los 90, enfrentó un cuadro de deterioro físico por la presencia de varias infecciones oportunistas asociadas con el VIH. Pudo superar esa etapa, emigró a Nueva York y de inmediato se convirtió en parte de la base emocional del taller Vida Positiva, del Centro Oasis en Manhattan, que ofrece a los afectados estrategias, para mejorar su calidad de vida.
El activista durante décadas fue testigo de cómo Nueva York creó grandes barreras al virus. Desde las campañas por el uso del condón, los tratamientos de profilaxis previa, conocidos como PrEP, que impiden que una persona se infecte, hasta los antirretrovirales modernos que logran que las personas VIH positivas reduzcan al mínimo su carga viral, y en consecuencia no puedan transmitirlo.
“Gerardo nunca conoció lo que era la mezquindad. Luchó para que los hispanos superarán con dignidad muchos estigmas. Además, siempre le preocupaba cómo el colectivo trans, era rechazado principalmente por los mismos gays”, pusieron en primer plano quienes formaron parte de su equipo de trabajo.
El gran legado que deja este migrante, es la capacidad de resiliencia, que pueden aparecer tras la fatídica noticia de un diagnóstico y transformarlo en una herramienta para dar soporte a sus pares.
“Hace 30 años cuando me diagnosticaron que era portador de este virus, me dieron casi una sentencia de muerte. Me da mucha satisfacción que ha pasado ya todo este tiempo, he podido estar sano y he ayudado a muchos a decirles: levántate, esto ya no es una gran cosa”, relataba en varias conversaciones con este rotativo.
La Comisión Latina Sobre el Sida organiza un memorial virtual para este viernes 19 de julio a las 5:00 P.M
Paz a sus restos
1964-2024
Por Fernando Martínez