El gobierno de Indonesia, liderado por el presidente Prabowo Subianto, ha anunciado un plan de estímulo económico de 13.000 millones de dólares (200 billones de rupias) para reactivar el crecimiento del país, que en los últimos años ha mostrado signos de desaceleración. El anuncio, realizado por el nuevo ministro de Finanzas, Purbaya Yudhi Sadewa, llega en un momento de tensión social, con protestas masivas que han dejado al menos 10 muertos y que reflejan el malestar ciudadano ante la desigualdad y los privilegios de la clase política.
Un plan económico ambicioso en medio del caos social
Sadewa, quien reemplazó a la respetada Sri Mulyani —una figura clave en la estabilidad económica de Indonesia durante años—, reveló que el Banco de Indonesia dispone de 425 billones de rupias (27.400 millones de dólares) en reservas, de los cuales 200 billones (12.900 millones de dólares) serán destinados a estimular la economía. «Debemos acelerar el gasto presupuestario para alcanzar el crecimiento del 8% que nos hemos propuesto», declaró el ministro, quien confía en que este objetivo se cumpla en un plazo de dos o tres años.
El objetivo del gobierno es claro: convertir a Indonesia en la cuarta economía mundial para 2050, un ambicioso plan que requiere crecimiento sostenido y estabilidad política. Sin embargo, el país enfrenta un desafío doble: por un lado, reactivar una economía que se ha ralentizado desde 2022; por otro, contener las protestas que han paralizado varias ciudades y que exigen mayor equidad y el fin de los abusos de los diputados.
Las protestas: El detonante de la crisis
Las manifestaciones comenzaron cuando se conoció que los diputados indonesios podrían recibir un aumento salarial que elevaría sus ingresos a 12.000 dólares mensuales, una cifra escandalosa en un país donde el salario mínimo ronda los 360 dólares al mes. Los ciudadanos, hartos de lo que perciben como corrupción y privilegios, salieron a las calles para exigir cambios estructurales.
Sadewa reconoció que las protestas responden a una «presión económica continua» y a errores en las políticas fiscales y monetarias. «Tenemos que corregir el rumbo y asegurar que el crecimiento beneficie a todos los indonesios», afirmó, aunque su discurso no ha logrado calmar los ánimos de una población que siente que el gobierno prioriza a las élites.
El mercado financiero: Entre la esperanza y la incertidumbre
La Bolsa de Yakarta reaccionó con nerviosismo a la destitución de Sri Mulyani, una ministra que durante años fue garante de la confianza de los inversores. Sin embargo, tras el anuncio del plan de estímulo, los índices repuntaron un 0,86%, lo que sugiere que los mercados ven con buenos ojos las medidas económicas, aunque persisten las dudas sobre la estabilidad política.
Indonesia, que actualmente ocupa el puesto 16 en el ranking mundial de PIB (dos por debajo de España), aspira a superar a Alemania y convertirse en la cuarta economía global para 2050. Sin embargo, para lograrlo, deberá superar desafíos internos, como la desigualdad, la corrupción y la falta de transparencia en el manejo de los recursos públicos.
¿Podrá Indonesia equilibrar crecimiento y justicia social?
El plan de 13.000 millones de dólares podría ser un impulso necesario para la economía, pero su éxito dependerá de si el gobierno logra abordar las demandas ciudadanas. Si las protestas persisten y la desconfianza en las instituciones crece, el país podría enfrentar un escenario de inestabilidad que frenaría sus aspiraciones de crecimiento sostenido.
El presidente Prabowo Subianto, un exgeneral con un perfil más nacionalista que su predecesor, enfrenta su primera gran prueba: demostrar que puede impulsar la economía sin dejar atrás a la mayoría de la población. La combinación de estímulos económicos y reformas sociales será clave para determinar si Indonesia logra superar la crisis o se hunde en un ciclo de protestas y descontento.
Conclusión: Indonesia está en un momento decisivo. El plan económico de 13.000 millones de dólares podría ser la solución para reactivar su crecimiento, pero su éxito dependerá de si el gobierno logra equilibrar la reactivación con justicia social. En un país donde la brecha entre ricos y pobres es abismal, las protestas son un recordatorio de que el desarrollo económico no puede construirse sobre la desigualdad.