Un premio que ilumina el camino del desarrollo
El Premio Conmemorativo de Ciencias Económicas del Banco de Suecia 2024, conocido popularmente como el Nobel de Economía, recayó este año en Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt, tres economistas cuyas investigaciones han transformado nuestra comprensión sobre cómo las sociedades avanzan. Sus trabajos no solo explican el proceso de crecimiento económico, sino que también ofrecen pistas cruciales sobre el papel de la intervención pública en el desarrollo. En un mundo donde la innovación tecnológica avanza a pasos agigantados, pero el crecimiento económico sigue siendo desigual, sus contribuciones son más relevantes que nunca.
Joel Mokyr: El puente entre la ciencia y la prosperidad
Mokyr, historiador económico de la Universidad Northwestern, ha dedicado su carrera a estudiar cómo el conocimiento científico se convierte en progreso material. Su tesis central es que el crecimiento sostenido no es producto de avances tecnológicos aislados, sino de un ecosistema cultural e institucional que permite aplicar esos avances de manera continua. Por ejemplo, la invención de la quilla en los barcos en la antigüedad facilitó el comercio en el Mediterráneo, pero su impacto fue limitado porque no hubo un sistema que garantizara su mejora constante. En cambio, la Revolución Industrial en Gran Bretaña sí logró un despegue económico sin precedentes porque combinó avances científicos, emprendedores dispuestos a asumir riesgos y una cultura que valoraba la innovación.
La Revolución Industrial como caso de estudio
Según Mokyr, el éxito británico se debió a un ambiente único:
una clase de emprendedores burgueses, ingenieros prácticos y una sociedad que celebraba el cambio. Este contexto permitió que innovaciones como la máquina de vapor o el telar mecánico se difundieran rápidamente, elevando la productividad y los estándares de vida. Además, surgieron instituciones como la Lex Mercatoria, un sistema legal comercial que emergió de manera espontánea para regular las transacciones internacionales. Este ejemplo demuestra que, en las condiciones adecuadas, el progreso puede ser autosostenido.
La importancia de la cultura y las instituciones
Mokyr argumenta que la cultura es tan importante como la tecnología. Una sociedad que valora la experimentación, tolera el fracaso y premia la creatividad tiene más probabilidades de prosperar. Sus ideas resonan con las de Deirdre McCloskey, quien ha destacado cómo los cambios culturales —como la aceptación social del comercio y la innovación— fueron decisivos para el despegue económico de Occidente. Sin embargo, Mokyr advierte que no todas las culturas fomentan este tipo de ambiente. En muchas sociedades, el miedo al cambio o la desconfianza hacia lo nuevo han frenado el progreso.
Aghion y Howitt: La destrucción creativa en el siglo XXI
Mientras Mokyr se centra en el pasado, Aghion y Howitt analizan cómo la innovación funciona en las economías modernas. Su trabajo retoma y amplía el concepto de destrucción creativa de Joseph Schumpeter, mostrando que el crecimiento económico es un proceso dinámico en el que nuevas empresas y tecnologías reemplazan a las antiguas. Este mecanismo, aunque doloroso para quienes quedan atrás, es esencial para el progreso. Por ejemplo, la aparición de Amazon transformó el comercio minorista, desplazando a muchas tiendas tradicionales, pero también creó millones de empleos y redujo los costos para los consumidores.
El riesgo de bloquear la innovación
Uno de los hallazgos más preocupantes de Aghion y Howitt es que grupos de interés establecidos —como grandes corporaciones o sindicatos— pueden usar su influencia para frenar la competencia y proteger sus privilegios. El comité del Nobel destacó que esto ocurre cuando las regulaciones favorecen a los actores existentes en lugar de permitir la entrada de nuevos competidores. Un caso actual es el de las empresas de taxis tradicionales, que en muchos países han logrado imponer barreras legales a plataformas como Uber o Lyft, limitando la innovación en el sector del transporte.
El papel ambiguo del Estado
Los tres economistas coinciden en que el Estado puede ser un facilitador o un obstáculo para la innovación. Por un lado, políticas como la inversión en educación y ciencia o la protección de los derechos de propiedad son esenciales para el crecimiento. Por otro lado, regulaciones excesivas o subsidios a industrias ineficientes pueden ahogar la creatividad. Mokyr cita ejemplos históricos, como la prohibición de la importación de tecnologías extranjeras en la China imperial, que contribuyó a su estancamiento económico durante siglos.
Lecciones para América Latina y el Caribe
En regiones como América Latina, donde el crecimiento ha sido volátil y desigual, las lecciones de los Nobel son particularmente relevantes. Países con instituciones débiles, corrupción y resistencia al cambio han tenido dificultades para aprovechar su potencial innovador. Mokyr sugiere que fomentar una cultura emprendedora y reducir las barreras burocráticas podría ser la clave para desbloquear el desarrollo. Aghion y Howitt, por su parte, recomiendan políticas que promuevan la competencia y eviten la captura regulatoria por parte de élites económicas.
Conclusión: Hacia un futuro de innovación inclusiva
El mensaje final de los premiados es claro: el progreso económico no es inevitable, sino que depende de instituciones sólidas, culturas abiertas y políticas que fomenten la innovación. En un mundo enfrentado a desafíos como el cambio climático y la desigualdad, sus ideas ofrecen un camino para construir economías más dinámicas y justas. La pregunta que queda es: ¿estarán los gobiernos dispuestos a adoptar estas lecciones?
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