Por: Pamela Suarez/De Ultimo Minuto
29 de marzo de 2024
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En lo profundo de Invivienda, entre el susurro de las hojas y el murmullo del tiempo, se encuentra el hogar de Andrea de Óleo, una guardiana de las tradiciones de Semana Santa. Con voz suave y ojos llenos de recuerdos, nos transporta a una época donde el silencio era sagrado y la devoción era la guía.
En sus días de juventud, la Semana Santa significaba recogimiento total. «No se podía hacer ruido, no se podía escuchar música», recuerda Andrea. «Nosotros no podíamos hacer bulla, no se podía prender el radio porque debía haber un silencio total».
Nos cuenta cómo en aquellos días no se comía carne y cómo aún mantiene viva esa tradición. «Yo todavía no como carne en Semana Santa», confiesa con solemnidad.
Pero la peculiaridad de la Semana Santa de antaño no se detiene ahí. Andrea nos relata una fábula que atemorizaba a los niños de su época: la creencia de que bañarse los jueves y viernes santos podía convertirlos en peces. «Nos decían que nos podíamos convertir en pez», murmura con una sonrisa nostálgica.
Los mayores llevaban el recogimiento un paso más allá, guardando un ayuno total y abstención a hablar. «Ellos se retiraban al río busca de paz para reflexionar, se iban sin hablar y retornaban sin hablar, todo el día», relata Andrea, evocando imágenes de hombres y mujeres en silenciosa contemplación junto a los ríos.
Pero los tiempos han cambiado, lamenta Andrea. La Semana Santa de hoy se ha despojado de su esencia espiritual, reemplazada por un afán de vanidad y distracción. «Antes era un recogimiento total», suspira. «Ahora las personas solo piensan en andar, beber, salir y llevarse de la vanidad del mundo».
Las habas Con dulce, tradición arraigada en el sur del país.
Pero entre los recuerdos de antaño, una tradición persiste: la elaboración de habas con dulce. Andrea nos cuenta cómo en su juventud, las familias se reunían para preparar este delicioso postre, una tradición arraigada en el sur del país y diferenciada de las habichuelas con dulce por su sabor único. Su hija, Wendy, orgullosa de mantener viva la tradición de su madre, nos asegura que la Semana Santa aún tiene un lugar especial en sus corazones. Sin embargo, su madre hace un llamado a los jóvenes para rescatar las costumbres perdidas.
En el recuerdo de Andrea, los días sagrados tenían un significado más profundo. La Santa Cena en el Jueves Santo marcaba el inicio de un período de recogimiento más intenso, mientras que el Viernes Santo era un día de dolor y acompañamiento a Jesús y María en su pasión.
La Fábula de No Bañarse en Semana Santa
En una breve investigación, descubrimos que la fábula de no bañarse en Semana Santa tiene sus raíces en la creencia popular de que el agua sagrada del Jueves Santo podía convertir a los bañistas en peces. Esta superstición, aunque hoy en día parece absurda, era tomada muy en serio por muchas comunidades hace décadas.
¿Se han perdido estas tradiciones? ¿Qué nos ha llevado a perder la esencia de la Semana Santa? Las respuestas yacen en la historia, en las culturas que han dado forma a esta celebración a lo largo de los siglos. Desde las procesiones españolas hasta las fábulas dominicanas, cada elemento contribuye a la riqueza y complejidad de esta festividad. Es nuestra responsabilidad preservar estas tradiciones, recordando siempre el verdadero significado de la Semana Santa: un tiempo de reflexión, devoción y renovación espiritual.
La entrada caduca en 2:23am el martes, 30 marzo 2027
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