viernes 12 de septiembre de 2025 17:35 pm
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“¿A Quién Culpamos? El padre ausente en su propio hogar: Una mirada reflexiva en el Día de los Padres Dominicanos”.

¿Quién tiene la culpa?
¿La tecnología? ¿La sociedad? ¿El sistema educativo? ¿La ausencia emocional del propio padre? La respuesta es compleja, pero lo cierto es que hoy más que nunca se hace urgente recuperar el diálogo en casa, reinstaurar el respeto mutuo y enseñar que los momentos en familia son irremplazables.

En este Día de los Padres, más que un regalo, muchos padres desean ser escuchados, abrazados y reconocidos. Quieren volver a ser el referente, el modelo, el guía. No buscan perfección, solo empatía.

Hoy, la mejor forma de honrar a un padre es dejar el celular a un lado, mirarlo a los ojos y decirle: “Gracias por estar, por intentar, por no rendirte”.

Por José Zabala, creador de contenido

Nueva York – En un rincón humilde pero digno de un hogar dominicano, se celebra en silencio el Día de los Padres. Un padre, sentado en la mesa del comedor, intenta compartir una conversación con sus tres hijos de 8, 11 y 15 años mientras ellos, inmersos en sus celulares, apenas levantan la mirada. Él habla, aconseja, intenta conectar, pero su voz parece perderse entre las notificaciones, los videos y los emojis. En esta escena, se revela una dolorosa realidad moderna: el padre está presente físicamente, pero emocionalmente desplazado.

Este Día de los Padres no todos celebran con abrazos y gratitud. Muchos padres dominicanos, como el protagonista de esta escena cotidiana, enfrentan una dura verdad: la pérdida de autoridad, empatía y conexión con sus hijos. ¿Qué ha cambiado? ¿Dónde se rompió el vínculo? ¿A quién culpamos?

En tiempos pasados, la palabra de un padre era ley, guía y ejemplo. Hoy, en muchos hogares, el celular ha asumido el rol de educador, amigo, e incluso reemplazo afectivo. La tecnología, mal manejada, ha erosionado el diálogo familiar, el respeto y la capacidad de los padres de corregir y acompañar emocionalmente a sus hijos.

Los niños, absorbidos por el mundo digital, a menudo no perciben la importancia de compartir tiempo real con sus padres. No es rebeldía pura, sino una desconexión silenciosa alimentada por un entorno que no valora la conversación, la escucha activa y la figura paterna como pilar de la familia.

Este fenómeno no es exclusivo del hogar dominicano, pero se vuelve más agudo en contextos migratorios donde el padre, además de proveedor, lucha con múltiples empleos, agotamiento y la constante búsqueda de mantener la unidad familiar. Mientras tanto, pierde terreno frente a una pantalla que dicta lo que sus hijos deben ver, pensar y sentir.

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