sábado 9 de agosto de 2025 14:08 pm
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Congresista Adriano Espaillat: ¡Tan dominicano como tú!

El impacto social y cultural de ver a un dominicano bailando merengue fuera de su tierra
Por José Zabala, creador de contenido.

Nueva York – Ver al congresista Adriano Espaillat bailando merengue en un evento comunitario, lejos de la tierra que lo vio nacer, es mucho más que una simple imagen de alegría. Es un acto que conecta con las raíces, evoca la esencia del ser dominicano y despierta el orgullo de toda una diáspora que mantiene vivas sus tradiciones culturales, sin importar cuántas millas los separen de la República Dominicana.

Espaillat, representante en el Congreso de los Estados Unidos, no solo es una figura política influyente; es también un símbolo de identidad para millones de dominicanos. Cuando se mueve al ritmo del merengue, transmite un mensaje poderoso: que el amor por la cultura y las costumbres no se pierde, se fortalece, especialmente cuando se vive fuera del país.
Adriano Espaillat: ejemplo de orgullo cultural

Cuando Adriano Espaillat baila merengue en un evento comunitario, lo hace como cualquier dominicano: con cadencia, con sonrisa y con ese toque de orgullo que dice “yo soy de allá”. Ese gesto conecta con la comunidad, porque demuestra que, sin importar el éxito profesional o la posición social, la identidad cultural siempre ocupa un lugar central en la vida de un dominicano.

El mensaje es claro: el merengue no solo se escucha, se vive; y un dominicano que lo baila fuera de su tierra lleva consigo la bandera de su cultura en cada paso.
El merengue: alma musical de un pueblo

El merengue es más que un género musical; es la banda sonora de la vida dominicana. Nacido en el siglo XIX, con influencias africanas y europeas, ha evolucionado desde sus formas más tradicionales con el acordeón, la güira y la tambora, hasta las versiones más modernas con orquestas y fusiones internacionales.
En 2016, fue declarado por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, reconociendo su importancia histórica y su capacidad para unir generaciones.

Su contagioso ritmo de dos por cuatro, su energía vibrante y la facilidad para bailarlo han hecho que el merengue trascienda fronteras. En cualquier rincón del mundo donde haya un dominicano, tarde o temprano, sonará un merengue que pondrá a todos de pie.

La diáspora y el merengue: un lazo indestructible

Para los dominicanos que viven fuera, el merengue es un puente emocional con su tierra. No importa si están en una fiesta familiar en Nueva York, en un parque de Madrid o en un festival en Miami; cada acorde es un viaje instantáneo a la infancia, a las fiestas patronales, a los colmadones y a las reuniones de barrio.

Bailar merengue en la diáspora no es un simple entretenimiento: es un acto de resistencia cultural. Es decirle al mundo que, aunque las distancias físicas sean grandes, las tradiciones siguen vivas en el corazón. El merengue en los hogares dominicanos del exterior es tradición familiar, herencia directa para hijos y nietos que quizá no nacieron en la isla, pero crecen con su música como parte de su identidad.

Por qué el mundo ama el merengue

El merengue gusta en todo el mundo porque es alegre, dinámico y fácil de aprender. No discrimina edades ni clases sociales: puede bailarlo un campesino en un campo de la República Dominicana o un turista en un crucero del Caribe. Su energía une, contagia y rompe barreras idiomáticas y culturales.

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