Por Luis Medrano
Cuando la radio suena a bandera, a escudo, a patria, a sentimiento de orgullo cultural, a folclor y a identidad, no solo entretiene: educa, une y eleva el alma de un pueblo. Es entonces cuando cada nota musical se convierte en símbolo, cuando el sonido que nace de un transmisor y se eleva por una antena lleva consigo el aroma de la tierra adentro, el calor de la terraza y la frescura de la enramada.
La radio que promueve las raíces más auténticas huele a ríos y arroyos, a montañas y bosques, a playas y sol. En su esencia vibra la voz colectiva de un país que se expresa con ritmo, con cadencia y con pasión. A través de sus ondas se proyecta el alma, el espíritu y las emociones de un pueblo que canta su historia y baila su identidad.
República Dominicana ha sabido convertir su música en embajadora universal. El merengue, la bachata y el merengue típico —esa poderosa trilogía que traspasa mares, fronteras y continentes— son hoy patrimonio sonoro de la humanidad, conquistando corazones en cada rincón del planeta.
Cuando la radio difunde estas expresiones, no solo reproduce melodías: preserva la memoria, impulsa el arte y multiplica el orgullo de ser dominicano. Por eso, ¡viva el merengue, viva la bachata, y viva la poderosa potencia del merengue típico!
Que Dios bendiga a todos los que apoyan y promueven los talentos nacionales con calidad, autenticidad y creatividad. Que sigan siendo ejemplo de compromiso con nuestra cultura, esa que nos une y nos define más allá de cualquier frontera.
Reflexión Letal
Sean buenos siempre.
— Luis Medrano