Por: Andrés Mejia Yepez
Abogado y Gestor Cultural
Durante décadas, los dominicanos conocimos a la comunidad china por su trabajo silencioso, respeto a las leyes y una integración ejemplar. Los apellidos Joa, Fong, Chez, Wong, Lam y Chan están ligados a generaciones que llegaron con poco, pero con el deseo firme de sobrevivir, progresar y aportar a esta tierra que los acogió.
Hoy, una nueva ola de inmigrantes chinos llega con recursos, negocios grandes y otra actitud. En muchos casos —no todos, pero sí los más notorios— se percibe una falta de respeto a las leyes locales, prácticas laborales cuestionables y una desconexión total con la cultura dominicana. ¿Qué ha cambiado?
La diferencia principal está en el contexto: los primeros inmigrantes vinieron por necesidad y agradecimiento; los nuevos, por oportunidad económica. Antes se integraban. Hoy, muchos se aíslan o actúan con superioridad, aprovechando vacíos legales e institucionales.
No se trata de xenofobia, sino de exigir equidad: si vives o inviertes en República Dominicana, debes respetar sus leyes y cultura. Como pueblo, debemos denunciar abusos sin caer en generalizaciones, y el Estado debe asumir su rol en regular, integrar y hacer cumplir la ley.
A nuestros “viejos chinos”, respeto eterno. A los nuevos, bienvenida sea su inversión, pero con las reglas claras y el mismo compromiso que demostraron sus predecesores.