El New Jersey Performing Arts Center (NJPAC) de Newark fue testigo de una de esas noches que quedan grabadas en la memoria colectiva. Héctor Acosta, «El Torito», no solo llenó el recinto hasta el último asiento, sino que lo convirtió en un hervidero de emociones, música y fe. Desde el momento en que pisó el escenario, quedó claro que esta no sería una presentación más, sino un espectáculo que trascendería lo artístico para tocar fibras profundas en el corazón de cada asistente.
El concierto, bajo el título «Mi Historia Musical», fue un viaje a través de los éxitos que han marcado la carrera de Acosta, desde los merengues que lo consagraron, como «El mujerón» y «Sin merengue no hay fiesta», hasta las bachatas que hacen vibrar a multitudes enteras. Pero lo que realmente sorprendió al público fue su capacidad para saltar de un género a otro con una naturalidad asombrosa. En un momento, estaba interpretando una ranchera con el acompañamiento de un mariachi, y al siguiente, desataba la euforia con una bachata que hacía imposible mantenerse quieto. La energía en el NJPAC era palpable, y cada canción era recibida con gritos, aplausos y un baile que no conocía de pausas.
Uno de los momentos más emotivos de la noche ocurrió cuando Héctor Acosta, visiblemente conmovido, se quitó su chaqueta azul marino, diseñada con un estilo de oficial de cinco estrellas, y la lanzó al público. El gesto, espontáneo y lleno de simbolismo, desató una ovación que resonó en cada rincón del teatro. Pero más allá de la música y el espectáculo, lo que realmente conmocionó al público fue el testimonio de fe que Acosta compartió al inicio del concierto. Con una voz quebrada por la emoción, declaró: «Soy un hombre de fe. Toda la gloria y la honra es para Dios. Estoy aquí por Él, por las oraciones de ustedes, por las rodillas que doblaron todos ustedes, pero por sobre todas las cosas, por mi fe». Estas palabras, pronunciadas con una sinceridad que solo puede nacer del corazón, crearon un ambiente de conexión espiritual que trascendió lo musical.
La producción del concierto, a cargo de Zamora Life, fue impecable. La escenografía digital, con un juego de luces y colores que cambiaban al ritmo de cada canción, transformó el NJPAC en un espacio vibrante y lleno de vida. La orquesta de Acosta, siempre precisa y llena de energía, complementó cada nota con maestría, mientras que los invitados especiales, como Fran Reyes, Joe Veras, El Prodigio y Franddy Sax, añadieron un toque de sorpresa y diversión al show. En un momento particularmente memorable, «El Torito» se enfrentó en un careo musical con los músicos típicos, demostrando una vez más su versatilidad y su profundo conocimiento de las raíces musicales dominicanas.
El cierre del concierto fue tan impactante como su inicio. Tras agradecer a su equipo, a los músicos y al público, Héctor Acosta hizo algo que nadie esperaba: se bajó del escenario y caminó entre la multitud hasta la salida del teatro, acompañado por una caravana de admiradores que lo siguieron como si fuera una estrella de rock. Este gesto espontáneo y cercano consolidó aún más el vínculo entre el artista y su fanaticada, dejando claro que «El Torito» no solo es un ícono musical, sino también un símbolo de humildad y gratitud.
El éxito del concierto en Newark es solo el comienzo de lo que promete ser una gira triunfal. Se anuncia una próxima presentación junto a Zacarías Ferreira en el Hard Rock Live de Hollywood, Florida, donde los fanáticos ya esperan con ansias revivir la magia de una noche que quedó grabada en la memoria de todos los asistentes. Con una producción impecable y un artista en la cima de su carrera, «Mi Historia Musical» no solo fue un concierto, sino una experiencia que fusionó música, fe y emociones puras.
