Last updated: September 9, 2025 6:34 pm
testigo.com.do -Santo Domingo. Ayer, 8 de septiembre, se cumplieron 11 años de la partida física de Yaqui Núñez del Risco, el maestro de la palabra hablada, el arquitecto de una forma de comunicar que, vista desde el presente, parece cada vez más lejana y, a la vez, más urgente.
En una época donde las redes dictan el ritmo, donde los mensajes se esfuman en segundos y los silencios han sido desterrados por la velocidad, la ausencia de Yaqui se siente como una pausa que nadie se atreve a tomar.
En el ejercicio de recordar su legado no se trata solo de evocar al hombre elegante, preciso y profundo que desfilaba por la televisión nacional con una cadencia que enseñaba sin alardes, que opinaba sin gritar, que debatía sin ofender.
Se trata de reconocer que su manera de comunicar era, y sigue siendo, una lección ética y estética.
Yaqui no solo hablaba, construía discurso, y lo hacía desde un profundo respeto por el oyente. En sus palabras había pausa, intención, contexto, cultura. Era, como pocos, un puente entre lo que se quería decir y lo que realmente llegaba.
Hoy, 11 años después, el país aún lo extraña, quizás más que nunca. En este presente digital, donde la banalidad muchas veces se disfraza de influencia y el ruido se confunde con contenido, la figura de Yaqui emerge como una brújula extraviada.
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Porque más que un comunicador era un referente. Porque mientras los algoritmos nos empujan al ruido, su voz (que todavía vive en los archivos, en las memorias y en quienes fueron sus discípulos) nos recuerda que hablar bien no es un lujo, sino un compromiso con el otro.
En cada espacio donde hoy se improvisa, su legado susurra: “Se improvisan las palabras, pero nunca las ideas”.
