jueves 9 de octubre de 2025 07:07 am
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«La profecía trágica: La mujer que predijo su muerte en las calles de Nueva York y el sistema que falló en salvarla»

En el invierno de 2015, Shivonne Thompson, una mujer de 34 años con esquizofrenia y sin hogar, le confesó a un periodista del Daily News su mayor miedo: «Tengo miedo de morir en la calle». Diez años después, su cuerpo sin vida fue encontrado bajo un paso elevado en el este de Harlem, estrangulada hasta la muerte. Su trágico final no solo cumple su propia profecía, sino que expone las fallas estructurales de un sistema que debería proteger a sus ciudadanos más vulnerables.

Thompson no era una desconocida para los servicios sociales de Nueva York. En 2015, vivía de los $820 mensuales que recibía por discapacidad, una cantidad insuficiente para pagar el alquiler en una de las ciudades más caras del mundo. «Lo estoy haciendo todo bien, pero no puedo salir de la calle», declaró en aquella entrevista, revelando que llevaba cinco años sin hogar y que ocupaba el puesto 1,000 en la lista de espera para un apartamento de NYCHA. Pasaba sus días en bibliotecas públicas, buscando trabajo sin éxito y tomando medicamentos para su condición mental. «Mi madre está en Brooklyn y me dice que no llore, que todo va a estar bien», recordaba, mostrando la desesperanza de quien sabe que las promesas de «todo va a estar bien» rara vez se cumplen para quienes viven en las calles.

El 1 de julio de 2025, el cuerpo de Thompson fue descubierto bajo el paso elevado de Harlem River Drive, en la esquina de la calle 135 Este y la avenida Park. Las autoridades determinaron que había sido estrangulada hasta la muerte, con múltiples traumatismos en cabeza, cuello y torso. El médico forense reveló que varios huesos de su cuello estaban rotos, confirmando que la causa de muerte fue compresión cervical. Dos meses después, el NYPD acusó formalmente a Audoine Amazan, de 38 años, un hombre con antecedentes de abusar de mujeres sin hogar, del asesinato.

Lo que hace este caso particularmente doloroso es que Thompson había advertido exactamente este final. «Me da miedo estar aquí en invierno», dijo en 2015. «Tengo miedo de morir en la calle». Su miedo se hizo realidad no en invierno, sino en pleno verano, pero el resultado fue el mismo: una muerte violenta en las calles que tanto temía. El caso ha reavivado el debate sobre la crisis de personas sin hogar en Nueva York, donde más de 80,000 personas duermen en refugios o en las calles cada noche, y donde los recursos para salud mental son insuficientes para atender la demanda.

El acusado, Amazan, tiene un historial preocupante. Según registros judiciales, fue detenido en agosto por frecuentar a una trabajadora sexual y por actos lascivos en público cerca del lugar donde se encontró el cuerpo de Thompson. La fiscalía alega que su ADN fue encontrado en el cuello, la vagina y la zona perianal de la víctima, sugiriendo que pudo haberla agredido sexualmente antes de matarla. Además, se le vincula a otros dos casos de agresiones a mujeres sin hogar: uno en noviembre de 2024, cuando una mujer denunció haber sido golpeada y agredida sexualmente, y otro en el que una mujer fue violada en el tejado de un edificio de NYCHA.

El abogado defensor de Amazan, H. Mitchell Schuman, argumentó que «los fiscales creen que pueden probar que nuestro cliente tuvo relaciones sexuales con la fallecida, pero no tienen ninguna prueba de que él causara su muerte». Sin embargo, la fiscal adjunta Danielle Turcotte declaró que Amazan tiene antecedentes de atacar a «personas cuyas circunstancias vitales les dificultan denunciar su abuso», un patrón que sugiere que se aprovechaba de la vulnerabilidad de sus víctimas.

El caso de Thompson ha conmocionado a la ciudad no solo por su brutalidad, sino porque representa el fracaso de un sistema que debería proteger a sus ciudadanos más vulnerables. En 2015, ella ya había identificado los obstáculos que enfrentaba: falta de vivienda asequible, acceso limitado a servicios de salud mental y la indiferencia de una sociedad que prefiere ignorar a quienes viven en las calles. Diez años después, su muerte demuestra que poco ha cambiado. Mientras Amazan enfrenta cargos de asesinato en segundo grado y estrangulamiento en primer grado, la ciudad se enfrenta a preguntas incómodas: ¿Por qué una mujer que había expresado claramente su miedo a morir en la calle no recibió la ayuda que necesitaba? ¿Qué falló en el sistema para que su profecía se cumpliera?


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