jueves 3 de julio de 2025 02:01 am
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Los que engañan a Jesucristo: Asisten a las iglesias, pero sus actos en la vida son parecidos a la Última Cena. ¿Quiénes estamos ahí?

Por José Zabala, creador de contenido

Nueva York – Reflexión espiritual: En tiempos donde la fe se pone a prueba y la espiritualidad verdadera parece desvanecerse entre apariencias, es necesario alzar la voz con reverencia, respeto y convicción. Muchos asisten a las iglesias, visten de devotos, conocen las Escrituras, participan de cultos y celebraciones, pero con sus actos, corazones y decisiones, traicionan a Jesucristo como en aquella Última Cena. No es una acusación, sino una llamada al despertar espiritual.

La doble vida de algunos creyentes

Hoy, muchos viven una fe de domingo, pero el resto de la semana practican todo lo contrario a lo que predican. Se confunden entre los fieles, participan del pan y el vino, pero su interior está lleno de egoísmo, codicia, mentira, injusticia y traición. Igual que Judas Iscariote, uno de los doce elegidos, que compartió la cena con Jesús y luego lo entregó por monedas. Esa historia sigue viva. El “beso de traición” continúa cada vez que se actúa con hipocresía en nombre de Cristo.

El impacto negativo en las comunidades cristianas

Estos actos no solo hieren la relación con Dios, sino que también afectan gravemente a la comunidad cristiana. La desconfianza, el escándalo, el testimonio manchado y la pérdida de credibilidad hacen que muchas personas se alejen de la iglesia y de la verdadera fe. Las nuevas generaciones se sienten confundidas al ver que quienes predican amor, humildad y perdón, a menudo son los primeros en sembrar odio, soberbia y división.

Cómo evitar engañar a Jesucristo en estos tiempos?

Hoy más que nunca, debemos volver al centro del mensaje de Cristo: el amor verdadero, la humildad sincera, la obediencia a Dios y el servicio desinteresado al prójimo.

1. Autoexamen espiritual: Antes de juzgar a otros, examinemos nuestro corazón. ¿Qué hay dentro? ¿A quién estamos sirviendo realmente?

2. Volver a la Palabra: La Biblia no es un adorno en el hogar, sino la guía diaria para vivir en santidad.

3. Práctica del amor auténtico: No de palabra, sino con hechos. El amor cubre multitud de errores.

4. Comunión real con Cristo: No basta con asistir a la iglesia. Cristo quiere entrar en tu vida, no solo en tu agenda dominical.

5. Vivir con integridad: Que tu fe no sea un disfraz, sino tu verdadero rostro. No se trata de ser perfectos, sino coherentes.

Un llamado a todos los creyentes

Este es un llamado a la reflexión profunda: ¿estamos honrando a Jesucristo con nuestra vida o lo estamos traicionando en la mesa de nuestras decisiones diarias?

Y aquí una pregunta que retumba en lo más profundo del alma y que todo cristiano debería hacerse al contemplar su vida frente al altar:

¿Quiénes estamos ahí?

¿Somos de los que verdaderamente seguimos a Cristo con fe viva y sincera? ¿O somos de los que lo acompañamos en la mesa, pero con un corazón dividido?

Que cada uno de nosotros, con humildad, pueda decir como Pedro: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo” (Juan 21:17). Y que nuestras acciones sean una prueba viva de ese amor.

“No todos los que dicen Señor, Señor, entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que hacen la voluntad de mi Padre que está en los cielos” – Mateo 7:21

Que la fe no sea apariencia, sino vida!

Que Cristo reine en nuestro corazón todos los días!

Por José Zabala, creador de contenido. Inspirado en la fe, el compromiso y la esperanza

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