Millones de personas en el mundo confían en las botellas de plástico desechables para hidratarse diariamente, pero lo que muchos desconocen es que reutilizarlas más allá de su vida útil puede convertir un gesto aparentemente inofensivo en un riesgo para la salud. Según la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), estas botellas, fabricadas principalmente con PET (tereftalato de polietileno), son altamente sensibles a la temperatura y al desgaste. Con el tiempo, el material comienza a degradarse, liberando sustancias químicas como el antimonio y el bisfenol A (BPA), un disruptor endocrino vinculado a problemas hormonales, obesidad y hasta cáncer. Un estudio de la Universidad de Copenhague reveló que, tras solo tres reutilizaciones, el agua en estas botellas puede contener más de 400 compuestos químicos, muchos de ellos con efectos aún desconocidos para la salud humana.
Los expertos son contundentes: una botella de plástico desechable no debe usarse más de una semana ni rellenarse más de tres veces. El motivo es doble: por un lado, el contacto con la boca introduce bacterias que se adhieren a las paredes internas; por otro, el plástico se degrada con el uso, especialmente si se expone a altas temperaturas, como cuando se deja la botella en el coche bajo el sol o se lava con agua caliente. En estos casos, el material libera microplásticos y toxinas que pueden ser ingestidas. Un informe de la Unión Europea señala que un solo fragmento de plástico puede tardar hasta 500 años en descomponerse, y mientras tanto, se convierte en microplásticos que contaminan el medio ambiente y terminan en nuestra cadena alimentaria, desde el agua que bebemos hasta los peces que comemos.
Las consecuencias para la salud son preocupantes. Investigaciones han demostrado que las botellas reutilizadas más allá de lo recomendado pueden albergar bacterias patógenas, como la E. coli, capaz de causar infecciones intestinales severas. Un estudio con botellas usadas por deportistas encontró que el 60% estaba contaminado con bacterias fecales, un riesgo que aumenta si la botella tiene grietas o abolladuras, ya que estas imperfecciones son ideales para la proliferación de gérmenes. Los expertos recomiendan no rellenar las botellas desechables más de tres veces y evitar exponerlas al calor, ya que esto acelera la liberación de químicos tóxicos.
Pero el problema va más allá de la salud individual: es una crisis ambiental. Cada año, entre 19 y 23 millones de toneladas de plástico terminan en suelos, ríos y océanos, según datos de la UE. Estos residuos generan 1.800 millones de toneladas de emisiones de CO₂ (el 3,4% de las emisiones globales), y se espera que esta cifra se triplique para 2060 si no se actúa con urgencia. El nuevo Reglamento (UE) 2025/40 busca cambiar esto, promoviendo la economía circular y estableciendo normas más estrictas para reducir el uso de envases de un solo uso. La ciencia es clara: el plástico desechable no es seguro ni para nosotros ni para el planeta, y su mal uso puede tener consecuencias irreversibles.
La solución, según los expertos, es simple pero urgente: usar botellas reutilizables de materiales seguros como el acero inoxidable o el vidrio, y desechar las de plástico desechable antes de que se conviertan en un riesgo. También es clave verificar la fecha de caducidad del agua embotellada, ya que el líquido puede degradarse con el tiempo. En un mundo donde el plástico está en todas partes, tomar conciencia de sus peligros es el primer paso para proteger nuestra salud y el medio ambiente.

















