Cuando una persona recibe un diagnóstico de cáncer, a menudo se ve inundada con consejos alimentarios confusos y contradictorios. Desde evitar los carbohidratos hasta tomar suplementos en exceso, la desinformación puede ser abrumadora. Sin embargo, es crucial basar la nutrición en evidencia científica para evitar daños mayores.
Uno de los mayores desafíos durante el tratamiento oncológico es mantener la masa muscular, lo cual se logra con una ingesta adecuada de proteínas. Según estudios recientes, se recomienda entre 1.2 y 2.0 gramos de proteína por kilo de peso al día, especialmente para aquellos en quimioterapia o radioterapia (Arends et al., 2017; Prado et al., 2021). Eliminar los carbohidratos por completo es un error, ya que tanto las células tumorales como las sanas necesitan glucosa para funcionar.
Los antioxidantes y suplementos deben ser manejados con cuidado, ya que pueden interferir con los tratamientos oncológicos. Por ejemplo, altas dosis de antioxidantes durante la quimioterapia pueden reducir la efectividad de ciertos fármacos que actúan generando estrés oxidativo en las células tumorales (Laviano et al., 2015). La clave es una alimentación balanceada y supervisada por profesionales.
Además, es importante destacar que la nutrición no cura el cáncer, pero una mala nutrición puede hacer que los tratamientos sean menos efectivos. Por eso, la alimentación debe ser individualizada, evaluada por profesionales capacitados y guiada por ciencia, no por miedo. La nutrición oncológica debe enfocarse en proteínas de alta calidad, carbohidratos complejos y grasas saludables, siempre bajo la supervisión de un profesional.