25 de agosto de 2025 — Con el calor extremo del verano, la hidratación se convierte en una prioridad. Pero, ¿realmente necesitamos ocho vasos de agua al día? ¿Es mejor el agua fría o a temperatura ambiente? ¿Las bebidas isotónicas son necesarias? La ciencia desmonta mitos y ofrece recomendaciones basadas en evidencia para mantenernos hidratados de forma saludable.
El agua: El mejor aliado (pero no el único)
- No hay una regla universal: La famosa recomendación de 2 litros diarios (ocho vasos) no está respaldada científicamente. Un estudio de 2022 con más de 5,600 personas mostró que las necesidades varían según edad, peso, actividad física y clima. La mayoría de los adultos requieren entre 1.5 y 1.8 litros, pero esta cantidad puede aumentar con el ejercicio o el calor extremo.
- El agua del grifo es suficiente: No hay evidencia de que las aguas minerales, alcalinas o especializadas ofrezcan beneficios adicionales. El agua simple —del grifo o embotellada— es la mejor opción para la hidratación diaria.
Señales de deshidratación (y cómo evitarlas)
- Sed no es el único indicador: Cuando sentimos sed, ya podemos estar levemente deshidratados. Otros síntomas incluyen:
- Orina oscura y de olor fuerte.
- Piel seca o poco elástica.
- Fatiga, mareos o dolores de cabeza.
- Grupos de riesgo: Los bebés, adultos mayores y atletas son más vulnerables, ya que su cuerpo regula peor el equilibrio hídrico. En estos casos, es clave anticiparse a la sed y ofrecer líquidos con frecuencia.
¿Qué beber (y qué evitar)?
- Café y té no deshidratan: Aunque se creía que eran diuréticos, estudios recientes muestran que contribuyen a la hidratación tanto como el agua, siempre que no se consuman en exceso.
- Alcohol: Un enemigo de la hidratación: El etanol es diurético y aumenta la deshidratación, especialmente en climas cálidos. Si se consume, es vital alternarlo con agua.
- Bebidas isotónicas: Solo para casos extremos: No son necesarias para la mayoría de las personas. Su uso está justificado en deportistas de alta intensidad o en situaciones de pérdida extrema de electrolitos (como diarreas severas).
Conclusión: La hidratación efectiva no requiere fórmulas complicadas. Beber agua regularmente, prestar atención a las señales del cuerpo y adaptar la ingesta según la actividad y el clima son las claves. En verano, anticiparse a la sed y evitar el exceso de alcohol o azúcares son prácticas simples pero poderosas.
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