jueves 23 de octubre de 2025 18:42 pm
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«Dios, nuestro refugio en medio de las tormentas: Reflexión sobre Salmos 46:1-2»

En un mundo donde la incertidumbre y el caos parecen ser la constante, el Salmo 46:1-2 nos ofrece una promesa inquebrantable: «Dios es nuestro refugio y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida y se traspasen los montes al corazón del mar». Este pasaje, escrito en un contexto donde el pueblo de Israel enfrentaba amenazas externas e internas, sigue siendo relevante hoy, cuando las crisis personales, económicas o sociales pueden hacernos sentir que el suelo se mueve bajo nuestros pies. Sin embargo, el salmista nos recuerda que, independientemente de la magnitud de las dificultades, Dios es un fundamento seguro que nunca falla.

La primera parte del versículo nos presenta a Dios como «nuestro refugio y fortaleza», dos metáforas poderosas que describen su protección y poder. Un refugio es un lugar donde encontramos seguridad en medio del peligro, mientras que una fortaleza representa fuerza y estabilidad en tiempos de debilidad. Cuando el salmista dice que Dios es «nuestro pronto auxilio», está subrayando que su intervención no se hace esperar: Él actúa a tiempo, incluso cuando las circunstancias parecen fuera de control. Esto es especialmente reconfortante en momentos en que sentimos que nada sale como planeamos o que las soluciones humanas son insuficientes.

La segunda parte del versículo lleva esta promesa a un nivel aún más profundo: «Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida…». Aquí, el salmista no niega la realidad del sufrimiento —la tierra puede removerse, los montes pueden derrumbarse—, pero afirma que, a pesar de todo, no hay razón para temer. Esto no significa que los creyentes estén exentos de dolor o adversidad, sino que, en medio de ellas, Dios sigue siendo soberano. La fe no elimina las tormentas, pero sí nos da la certeza de que no estamos solos en ellas.

En la vida cotidiana, este pasaje nos invita a confiar en Dios incluso cuando las circunstancias son abrumadoras. Puede que estemos enfrentando problemas familiares, presiones económicas, enfermedades o incertidumbre sobre el futuro, pero la promesa de Dios es clara: Él es nuestro refugio. No se trata de una fe ciega, sino de una confianza fundamentada en el carácter de un Dios que ha demostrado su fidelidad una y otra vez.

Hoy, mientras reflexionas en este pasaje, permite que tu corazón descanse en la verdad de que Dios no solo conoce tus luchas, sino que está contigo en medio de ellas. No importa cuán grande sea el «terremoto» que enfrentes —ya sea una **crisis emocional, un desafío laboral o una situación que parece no tener solución—, Él es tu fortaleza. Y cuando el miedo intente dominarte, recuerda: «No temerás, porque Yo estoy contigo» (Isaías 41:10). En un mundo inestable, Dios es tu roca inamovible.

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