jueves 9 de octubre de 2025 07:33 am
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«El futuro ya está aquí: Científicos crean minicerebros humanos para computadoras más inteligentes»

En un laboratorio en Suiza, científicos están desarrollando una tecnología que parece sacada de una novela de Philip K. Dick: minicerebros humanos cultivados en laboratorio para alimentar computadoras. La empresa FinalSpark, liderada por Fred Jordan, está trabajando en biocomputadoras que podrían revolucionar la inteligencia artificial y reducir el consumo energético de los centros de datos.

¿Cómo se crean estos minicerebros?

El proceso comienza con células madre derivadas de células de piel humana, donadas de manera anónima. Estas células se cultivan hasta formar organoides, pequeños grupos de neuronas que imitan, en una escala reducida, la estructura de un cerebro humano.

«No son cerebros completos, pero comparten los mismos componentes básicos», explica Flora Brozzi, bióloga celular de FinalSpark. «Son como versiones simplificadas que podemos usar para procesar información».

Computadoras vivas: El «wetware» que podría revolucionar la tecnología

El término «wetware» describe esta nueva forma de computación. A diferencia de las computadoras tradicionales, que usan silicio, estas biocomputadoras funcionan con neuronas vivas conectadas a electrodos.

«Es como tener una computadora que, en lugar de usar chips de silicio, usa células cerebrales», dice Jordan. «El objetivo es que puedan aprender y adaptarse, como lo hace la inteligencia artificial, pero con un consumo de energía mucho menor».

Los desafíos de una tecnología en desarrollo

Aunque el potencial es enorme, hay varios desafíos que los científicos deben superar:

  1. Vida limitada: Los organoides solo duran hasta 4 meses antes de morir.
  2. Falta de vasos sanguíneos: Sin ellos, no pueden recibir nutrientes de manera eficiente.
  3. Comportamiento impredecible: A veces, los organoides muestran picos de actividad antes de morir, similares a los que ocurren en cerebros humanos al final de la vida.

«A veces, después de estimularlos, dejan de responder y luego tienen un estallido de actividad», comenta Jordan. «Es fascinante, pero también nos recuerda que aún no entendemos del todo cómo funcionan».

¿Podrían reemplazar a las computadoras tradicionales?

Expertos como Simon Schultz, del Imperial College de Londres, creen que el wetware no reemplazará al silicio, pero podría encontrar aplicaciones en áreas específicas, como:

  • Modelado de enfermedades neurológicas (Alzheimer, Parkinson).
  • Sistemas híbridos que combinen IA tradicional con biocomputadoras.
  • Reducción del consumo energético en centros de datos.

«No compiten con el silicio, pero podrían complementarlo en tareas donde la adaptabilidad biológica es una ventaja», afirma Schultz.

El futuro: ¿Centros de datos con cerebros vivos?

La visión de FinalSpark es ambiciosa: centros de datos con servidores «vivos» que funcionen con organoides. «Imagina un futuro donde las computadoras no solo procesen información, sino que la entiendan de manera más humana», sueña Jordan.

Pero hay preocupaciones éticas:

  • ¿Es correcto usar células humanas para computación?
  • ¿Qué pasa si estos minicerebros desarrollan algo parecido a la conciencia?
  • ¿Cómo se manejaría su «muerte» cuando dejen de funcionar?

«No deberíamos tenerles miedo, son solo computadoras hechas de un material diferente», argumenta Schultz. Pero otros, como Lena Smirnova de la Universidad Johns Hopkins, advierten que aún estamos en una fase muy temprana y que falta mucho para que esto sea viable a gran escala.

¿Ciencia ficción o realidad?

Mientras algunos ven esto como el inicio de una revolución tecnológica, otros lo comparan con tramas de películas como «Her» o «Ex Machina». «Siempre me fascinó la ciencia ficción», confiesa Jordan. «Ahora siento que estamos escribiendo ese futuro».

Lo cierto es que, por primera vez, la humanidad está creando sistemas híbridos entre lo biológico y lo digital. Y aunque aún hay más preguntas que respuestas, una cosa es clara: el futuro de la computación podría estar más vivo de lo que imaginamos.


¿Qué sigue? Los científicos de FinalSpark y otros laboratorios siguen trabajando para: ✅ Prolongar la vida de los organoides (actualmente duran solo meses). ✅ Mejorar su capacidad de procesamiento para tareas más complejas. ✅ Resolver dilemas éticos sobre su uso y «muerte».

«Estamos en los primeros capítulos de esta historia», dice Jordan. «Pero el final podría cambiar todo lo que sabemos sobre la tecnología y la inteligencia». 🧠💻

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