jueves 21 de noviembre de 2024 16:18 pm

Rusia esta usando las adopciones para convertir a los niños ucranianos en botín de guerra

Desde que inició la invasión, miles de menores han sido trasladados fuera de Ucrania. “No quería ir”, dijo una niña a The New York Times desde un hogar de acogida cerca de Moscú.

La primavera pasada, mientras las fuerzas rusas asediaban la ciudad ucraniana de Mariúpol, los niños huían de las casas hogares y los internados bombardeados. Separados de sus familias, siguieron a vecinos o extraños que se dirigían al oeste, buscando la relativa seguridad de la zona central de Ucrania.

Pero fueron interceptados por las fuerzas prorrusas en los puestos de control de la ciudad, según entrevistas con niños, testigos y familiares. Las autoridades los subieron a autobuses que se internaban al territorio controlado por los rusos.

“No quería ir”, dijo Anya, de 14 años, quien escapó de un hogar para enfermos de tuberculosis en Mariúpol y ahora está con una familia de acogida cerca de Moscú. “Pero nadie me preguntó”.

En la prisa por huir, aseguró, dejó un cuaderno de dibujos con el número de teléfono de su madre. Lo único que recordaba eran los tres primeros dígitos.

Desde que en febrero comenzó la invasión rusa de Ucrania, las autoridades rusas han anunciado con fanfarria patriótica el traslado de miles de niños ucranianos a Rusia para que sean adoptados y se conviertan en ciudadanos. En la televisión estatal, los funcionarios ofrecen osos de peluche a los recién llegados, a quienes presentan como niños abandonados, rescatados de la guerra.

En realidad, ese traslado masivo de niños es un posible crimen de guerra, sin importar que sean huérfanos o no. Y aunque muchos de los niños procedían de orfanatos y hogares grupales, las autoridades también se llevaron a niños cuyos parientes o tutores quieren recuperarlos, según entrevistas con niños y familias de ambos lados de la frontera.

A medida que los soldados rusos se adentraron en Ucrania, niños como Anya, que huían de los territorios recién ocupados, fueron recogidos. A algunos se los llevaron después de que sus padres fueran asesinados o encarcelados por los soldados rusos, según funcionarios locales ucranianos.

Este reasentamiento sistemático forma parte de una estrategia más amplia del presidente ruso, Vladimir Putin, de tratar a Ucrania como parte de Rusia y presentar su invasión ilegal como una causa noble. Su gobierno ha utilizado a los niños —incluyendo a menores enfermos, pobres y huérfanos— como parte de una campaña de propaganda que presenta a Rusia como un salvador caritativo.

A través de entrevistas con padres, funcionarios, médicos y niños en Ucrania y Rusia, The New York Times identificó a varios niños que habían sido trasladados. Algunos volvieron a casa. Otros, como Anya, siguen en Rusia.

El Times entrevistó a Anya varias veces a través de mensajes instantáneos, intercambió notas de voz con ella y verificó detalles clave a través de sus amigos, fotografías y un diario que llevaba en el que identificaba a otros niños con los que había estado. Pidió a los periodistas que no se pusieran en contacto con sus padres de acogida, quienes le habían dicho que no hablara con extraños.

Anya había vivido separada de su madre y solo mantenía contacto esporádico con ella antes de la guerra. Sin el número de teléfono, Anya dijo que no podía comunicarse con su mamá.

Al principio, los periodistas tampoco pudieron hacerlo.

El Times no proporciona el nombre completo de Anya, una chica tímida a la que le apasiona dibujar. Su familia de acogida rusa, afirmó, la trataba bien, pero dijo que ansiaba volver a Ucrania. Sin embargo, señaló que pronto se convertiría en ciudadana rusa. “No quiero hacerlo”, dijo. “Mis amigos y mi familia no están aquí”.

Anya y otras personas describieron un proceso desgarrador de coerción, engaño y fuerza que ocurrió durante el envío de niños a Rusia desde Ucrania. En conjunto, sus relatos se suman a un creciente número de pruebas de gobiernos e informes de noticias sobre una política de traslado y adopción enfocada en los niños más vulnerables en las situaciones más peligrosas.

El traslado de personas fuera de un territorio ocupado puede constituir un crimen de guerra, y los expertos afirman que la práctica es especialmente delicada cuando se trata de niños, los cuales no pueden dar su consentimiento. Las autoridades ucranianas acusan a Rusia de perpetrar un genocidio. El traslado forzoso de niños, cuando se pretende destruir un grupo nacional, es un acto de genocidio según el derecho internacional.

Los funcionarios rusos han dejado en claro que su objetivo es sustituir cualquier apego de la infancia al hogar por el amor a Rusia.

La comisionada rusa para los derechos de los niños, Maria Lvova-Belova, organizó los traslados y dijo que ella misma adoptó a un adolescente de Mariúpol. Lvova-Belova, quien está bajo sanciones de Occidente, dijo que al inicio el niño extrañaba su hogar e incluso asistió a una manifestación de apoyo a Ucrania.

“Anhelaba la casa en la que creció, amigos y su querida Mariúpol”, escribió en Telegram. Pero los niños pronto llegan a apreciar su nuevo hogar, dijo.

El número preciso de niños reasentados no está claro. Las autoridades rusas no respondieron a las preguntas del Times. Las autoridades ucranianas aseguraron que no tenían un recuento exacto, pero estimaron que la cifra llegaba a miles de niños.

En abril, las autoridades rusas anunciaron que habían llegado a Rusia más de 2000 niños. La mayoría procedían de hogares grupales y orfanatos en territorio ocupado por Rusia durante mucho tiempo. Funcionarios rusos dijeron que 100 procedían de áreas recientemente ocupadas. En los meses siguientes, anunciaron cientos de recién llegados.

Aunque el reasentamiento de niños de los territorios recién ocupados hasta ahora ha sido esporádico, el gobierno ruso hace poco anunció planes para reubicar a estos niños de manera más eficiente, lo que hace prever muchos más traslados.

La táctica rusa en tiempos de guerra saca provecho de algunas de las dinámicas familiares más complicadas e íntimas. Las familias rusas hablan de la adopción como una cuestión de patriotismo, pero también expresan un sincero deseo de dar una mejor vida a los niños. Y aunque muchos padres ucranianos intentan recuperar a sus hijos, otros no lo hacen, ya sea por motivos económicos o porque sus relaciones se rompieron incluso antes de la guerra.

En la ciudad siberiana de Salejard, a lo largo del círculo polar ártico, Olga Druzhinina dijo que adoptó a cuatro niños, de entre 6 y 17 años, de los alrededores de la ciudad ucraniana de Donetsk, a más de 2500 kilómetros de distancia. Hace poco, Rusia anexionó de manera ilegal la región de Donetsk y otras tres del este y el sur de Ucrania.

“Nuestra familia es como una pequeña Rusia”, dijo Druzhinina en una entrevista. “Rusia tomó cuatro territorios, y la familia Druzhinin acogió a cuatro niños”.

Aseguró que estaba esperando la llegada de un quinto niño, y que los consideraba completamente rusos. “No vamos a tomar lo que no es nuestro”, afirmó.

Anya vivía y se recuperaba de la tuberculosis en un hogar grupal en un campus arbolado con un juego de columpio rojo. Cuando las explosiones hicieron que las ventanas y puertas del edificio estallaran, los niños huyeron al sótano. Anya leía cuentos a los más pequeños y pasaba el tiempo dibujando.

A menudo, los niños en hogares estatales son clasificados como huérfanos, pero la mayoría tiene familia. Ucrania facilita para los padres que lidian con enfermedades, abuso de sustancias o dificultades financieras ubicar a sus hijos —de forma temporal o permanente— en instituciones estatales. Naciones Unidas estimó que, antes de la guerra, unos 90.000 niños vivían en esos hogares en toda Ucrania.

Muchos padres rescataron a sus hijos del edificio de Anya. Otros no lo hicieron, porque no pudieron atravesar la zona de guerra o porque, como la madre de Anya, no los localizaron.

Un voluntario ucraniano metió a Anya y a la veintena de niños que quedaban en una ambulancia con destino a la ciudad de Zaporiyia, según recordaron otros niños. Sin embargo, fueron desviados a un puesto de control ruso, relataron, y acabaron con decenas de menores en un hospital de la ciudad de Donetsk, la capital de una región que Rusia ocupa desde 2014.

Esta región es el corazón de la política de traslado y adopción de Rusia. Desde que comenzó la invasión, el gobierno de Putin ha promovido el envío sistemático de niños de los orfanatos y hogares grupales de la zona.

Para Anya y otros niños que fueron llevados desde los territorios recientemente ocupados en Ucrania, Donetsk también sirvió como una especie de estación de paso en ruta hacia Moscú.

Ivan Matkovsky, de 16 años, dijo que él también terminó en un hospital de Donetsk después de huir de un internado gubernamental en Mariúpol y ser desviado en un puesto de control ruso.

Entre los otros niños del hospital, aseguró Ivan, se encontraba un niño de 8 años llamado Nazar, quien se había escondido con su madre en un teatro de Mariúpol que fue bombardeado durante una de las atrocidades definitorias de la guerra. Él sobrevivió pero jamás encontró a su madre.

Las autoridades locales alrededor de Mariúpol contaron historias similares de niños que sobrevivieron a ataques rusos y terminaron en hospitales cercanos. Un niño pequeño llegó en una carriola junto con una nota escrita a mano que decía: “Este es Misha. ¡Por favor, ayúdenlo!”, dijo Vasyl Mitko, oficial de la ciudad de Nikolske que ayudó en el hospital.

No obstante, uno por uno, aseguró Mitko, los niños desaparecieron. “Así, sin más, se llevaron a todos los niños que se quedaron sin padres”, dijo. “Aún no sabemos dónde están esos niños”.

Los padres ucranianos que lograron localizar a sus hijos en Donetsk, reunir la documentación adecuada y contactar a las personas adecuadas tuvieron la oportunidad de reunificarse. Pero incluso entonces, dicen niños y padres, las autoridades presionaron a los niños para que fueran a Rusia de manera voluntaria.

“Se les prometió una vida nueva y maravillosa”, dijo Natalia, una madre adoptiva de Mariúpol. Su hijo adoptivo de 15 años accedió a ir a Rusia, dijo. Ella pidió no ser identificada por su nombre completo porque le preocupaba que fuera más difícil recuperarlo. “Estos son niños con contextos difíciles”, dijo. “Es fácil engañarlos”.

Timofey Chmel, de 17 años, quien estaba en el hospital de Donetsk con Anya, dijo que las autoridades les prometieron una vida de ocio y amor en Moscú.

“Nos dijeron: ‘Si necesitas aparatos o ropa, solo dínoslo. Compraremos todo. Si quieres, puedes ir y relajarte. Te vamos a mostrar Moscú’”, dijo. “‘Si tus padres te abandonaron, no te necesitan. Te ayudaremos’”.

Timofey se negó a ir y después se reunió con su madre adoptiva. Ivan, el estudiante del internado de 16 años, dijo que él y uno de sus compañeros lograron contactar al director de la escuela, su tutor legal, y coordinar su regreso.

Cuando los niños no tenían a nadie a quien llamar, o cuando los padres no podían o no querían afrontar el viaje a Donetsk, los niños no tenían alternativa.

Mientras Ivan esperaba que el director lo recogiera, dijo, subieron a los otros niños a un autobús rumbo a Rusia. Ellos protestaron. “Nadie les hizo caso”, dijo Ivan. “No tenían otra opción”.

Ivan todavía está en contacto con tres de los chicos en Rusia. No sabe qué fue de Nazar, el niño que sobrevivió al ataque del teatro.

Anya tampoco tenía otra opción. Dijo que un médico le aseguró que estaría en una institución en la región de Moscú por tres semanas. Eso fue hace meses.

“Solo me lo dijeron”, comentó. “Y eso fue todo”.

El gobierno ruso organiza con cuidado la línea de traslado desde la región de Donetsk hasta Moscú.

“Ahora están en casa, en un círculo de amigos”, dijo el alcalde de Donetsk impuesto por Rusia a un grupo de niños de Mariúpol. Compartió un video del momento en Telegram.

Los funcionarios rusos en Donetsk invitan a los reporteros a los hogares grupales para ver cómo los niños reciben teléfonos celulares, regalos y ropa. La televisión estatal transmite la llegada de los niños a Moscú en tren.

En mayo, Putin instituyó un proceso simplificado que permite la nacionalización rápida de los niños ucranianos. El primer grupo obtuvo la ciudadanía rusa en julio, según anunciaron las autoridades.

“No reconocí a esos niños con los que viajamos en abril en el tren hacia su nueva vida”, afirmó en un comunicado Ksenia Mishonova, comisionada para los derechos de los niños en la región de Moscú. “¡Ahora son nuestros pequeños conciudadanos!”.

Algunos niños sí quedaron huérfanos o fueron abandonados en Ucrania y prefieren sus vidas en Rusia. El Times habló con un adolescente de Mariúpol que dijo que no tenía familia en casa. Dijo que su familia adoptiva lo amaba y lo consideraban parte de la misma.

Otros, como Anya, anhelan volver.

Participó en una clase semanal llamada Conversaciones sobre cosas importantes. La lección de media hora, presentada recientemente por Putin, enseña a los niños a estar orgullosos de Rusia.

A veces, dijo Anya, llora, preguntándose si algo horrible le ha pasado a su familia.

Tras más de un mes de trabajar en esta nota, los reporteros del Times encontraron a la madre de Anya, Oksana, en Ucrania. Sin trabajo, sin acceso a internet, con una pequeña pensión de invalidez y en plena guerra, dijo que no tenía idea de cómo encontrar a su hija.

“Estoy buscando por todas partes, pero no la puedo encontrar”, dijo. “Ella me está buscando”.

Dijo que no sabía que Anya había sido llevada a Rusia.

Los reporteros dijeron a Anya y a Oksana cómo ponerse en contacto. Pero no está claro cuántas posibilidades hay de que Anya vuelva a casa. Las autoridades ucranianas no han dicho nada sobre cómo han recuperado a decenas de niños de Rusia.

“¿Este de verdad es su número?”, preguntó Anya.

nytimes.com

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