Problemas en salud pública, a la biodiversidad y emisiones de gases de efecto invernadero son algunos de los efectos que provocan los residuos textiles en vertederos a cielo abierto.
Yadimir Crespo | Infografías: Rubí Morillo y Kharla CeballosSanto Domingo, RD
— ¿Qué pasaría si siguiéramos practicando y consumiendo la moda rápida? ¿Qué ves de aquí a diez años?
— “Yo veo vertederos llenos de ropa producto del consumismo”, responde la joven creadora de nuevas prendas. “Existen marcas que no regalan su ropa y por cuestiones de exclusividad las queman”.
Hace unos cuatro años que Estela Heyaime, emprendedora y diseñadora de moda, conoció el impacto que tienen los textiles en el planeta mientras estudiaba moda en la escuela de Chavón. Una de sus preocupaciones es que las prendas desechadas terminarán en vertederos o, peor, en vertederos improvisados y exclusivos para fibras.
Detrás del populoso mercado de la pulga de Hato Mayor, entre hierbajos y una edificación abandonada, hay miles de prendas desechadas por los compradores y vendedores, cuyo cúmulo se ha ido incrementando en los últimos meses.
Son alrededor de 300 los vendedores de calzados, bultos, ropa y accesorios usados que se reúnen en este terreno de camino a Sabana de la Mar para vender ropa, “mayormente proveniente de Estados Unidos”.
Luego de la celebración del mercado cada lunes y sábado, los residuos textiles son echados por algunos de los mercaderes en la parte de atrás del lugar, espacio que no se ve hasta que se adentra al solar.
Pantalones, camisas, camisetas, abrigos, zapatos, sábanas y toallas de distintas telas y materiales están allí extendidos por varios metros, a la intemperie, bajo sol y sereno, pese a sus buenas condiciones.
Esas son las modas que no gustan y, consecuentemente, no se venden.
La alternativa de algunos, como Danilo Reyes Torres, presidente de la Asociación de Vendedores de Pacas de Hato Mayor y El Seibo (Asovehase), es donarla o regalarla a sus compueblanos. Sin embargo, para otros de sus colegas comerciantes es echarla en el vertedero textil que han improvisado para que luego el camión de basura la pase a recoger.
“Creo que recientemente dispusieron de una máquina recicladora en San Pedro de Macorís para llevarla hasta allá a reciclar”, argumentó Reyes Torres cuando afirmó que cada martes y viernes pasan camiones de basura a buscar los desperdicios, plásticos y demás residuos sólidos que quedan en el lugar al acabar el mercado.
La recogida de la basura en esos días fue confirmada por empleados de la alcaldía de ese municipio; pero cuatro meses después, el equipo de periodistas regresó y la ropa descartada continuaba ahí, podrida y cubierta por plantas silvestres. Aunque su alcalde, Amado de la Cruz, aseguró que de vez en cuando llenan un contenedor y lo envían al vertedero ubicado en el kilómetro 7 de la carretera El Seibo – Hato Mayor.
Vertedero de oportunidades
Luego de una breve llovizna, el hedor de la humedad impregna el ambiente dando a saber que debajo de las toneladas de textiles hay moho y muestra la posibilidad de que la pila de prendas destilara líquidos con los químicos con que se producen, los cuales se han de filtrar en el terreno, afectando el medioambiente.
“Es un tema de conciencia colectiva también, porque uno no solamente puede culparlos a ellos por lo que están haciendo”, dice Houston Ramos, uno de los socios de la empresa Moda Sostenible RD. “Las autoridades también tienen un grado de responsabilidad importante; al final, ellos solo lo ven como una forma de comercio y de subsistir, pero termina de una forma que no es favorable y que a ellos mismos les perjudica”.
Aunque puede sonar difícil de creer, las montañas exclusivamente de ropa son habituales en los vertederos. Los trapos y pedazos de tela son oportunidades que se pierden entre residuos orgánicos y otras basuras.
Allí se ve mucha lana que, según Arianny Santana, fundadora de la organización de moda mencionada, se pueden utilizar en colchas o almohadas, incluso convertirla en hilo para luego ser vendido en zonas francas dominicanas para bordar, para hacer accesorios o complementos para la casa.
Si no es posible darles un uso de forma directa, los residuos textiles se deben gestionar de forma diferenciada a través de sistemas de recogida específicos. Santana, quien creó la primera empresa certificada B por el impacto social y medioambiental positivo que produce en el país, sugiere que cuando la ropa vaya a ser desechada se clasifique según el textil, porque una vez en el vertedero no puede ser utilizada.
Pese a esa advertencia, Roxenne, una de los tantos buzos que se reúnen en el relleno sanitario de Duquesa para recolectar plásticos y metales, entre otros residuos, lleva en su bolso tres prendas en muy buen estado para vestir ella y sus hijos.
Ella saca de una bolsa una camiseta blanca y un elegante vestido negro en excelentes condiciones, que guarda junto a los tenedores y demás objetos de aluminio que ya ha recogido para vender y así conseguir la comida del día en el vertedero a cielo abierto más grande del país.
“Aquí uno viene a buscar lo que uno encuentre (…) si yo veo algo que me conviene lo cojo, a veces uno encuentra hasta con la etiqueta”, dice esto último la señora que tiene diez años saliendo desde Haina, a casi 40 kilómetros de distancia, para buscar su pan y sus prendas de cada día.
Pero eso es solo lo que encuentra Roxenne sin esperarlo ni buscarlo. En cambio, algunas cinco mujeres de origen haitiano y sin dominio del español se arriesgan a las enfermedades que pueden contraer en ese ambiente y a lo peligroso que es trabajar entre los camiones de basura con tal de cumplir una meta establecida: buscar exclusivamente prendas de vestir para venderlas.
La barrera del idioma hizo imposible que explicaran el proceso de tratamiento de la ropa una vez recolectada de la pestilente mezcla de basura, heces y comida podrida, pero algunas explicaron que las mandan a Haití, mientras que otras las venden en mercados o pulgas dominicanas.
Clasificación como solución
La ingeniera ambiental Rosaura Pimentel señala que lo recomendable es hacer la separación en fuentes, consistente en clasificar los textiles, plásticos y cartón antes de llegar a su disposición final. De no hacerse, cuando llegan al vertedero lo que pudo haber sido aprovechado no se le puede sacar su máximo potencial.
Contrario a lo que se podría pensar, esto no afectaría a los buzos, sino que tendría ventajas económicas, ambientales, sociales y hasta visuales para todo el país.
“Los buzos tienen que reinsertarse en etapas más tempranas de separación en fuentes; en vez de ir al vertedero a recogerlo ya después que está sucio, recoger en las casas y empresas de forma separada”, sugiere como alternativa de reorganización para los buzos la también docente del Instituto Tecnológico de Santo Domingo (Intec).
Pero en el país no existe la cultura extendida de clasificación, tampoco muchas opciones de lugares a dónde depositar o llevar directamente la ropa que no se usa o no se vende, yendo a parar a vertederos donde se contamina aún más el medioambiente.
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